14 mar 2009

Ida sin vuelta


Yacía en su cama, postrado desde hacía meses. Esa noche sentía frío, temblaba entre escalofríos. De golpe un resplandor inundó la estancia: blanco azulado, como el hielo, como la nieve, un flash en la oscuridad de la noche. Era un remolino, tal vez un tornado potente porque se sentía absorbido por él, ingrávido, casi levitando sobre su cama, transportado contra su voluntad a aquella luz que lo atrapaba y engullía. Una vez rendido y doblegado, se dejo llevar. Cerró los ojos para intentar asumir el trayecto que sabía sin retorno.


21 enero de 2009


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