La veo allí en su butaca,
cabizbaja, callada,
ausente , sin alma presente,
posada como muñeca dañada.
.
Intuye mi presencia
cambia su semblante.
Con turbia mirada
me imagina y adivina.
.
En su asiento se yergue,
despierta, crece, rejuvenece,
retoma el aliento.
se borra el aburrimiento.
.
Yo feliz ante su mirada,
con sonrisa amplia,
dulce y sosegada
la acaricio con ternura.
.
Saboreo esos momentos,
henchida de emoción
por tener esa madre
que es la esencia de mi vida.
.
Con el corazón encogido,
sin mostrar mi desconsuelo,
disfruto agradecida
del último tramo de su vida.
.
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